Está tibio este mar y besa el vientre en lugar de morderlo. Es sencillo entrar, apenas un sobresalto pequeño cuando salpica su bienvenida por encima del bañador.
Y todo él resulta dulce a pesar de su sal. Todo parece suave cuando la arena fina explota en alfombra extensa, que acoge mis pasos inciertos mientras ensayo, atravesando el borrador del rompeolas, una vereda nueva para solitarios.
Incluso el viento acaricia la piel y revuelve el pelo en una carantoña continua, que trae viejos recuerdos de otra edad, de otro tiempo olvidado cuando, niños todos, no dejábamos de oler a falta de escuela y huíamos de la crema como del mismo demonio.
Igual que las estrellas son luces antiguas que traen historias del pasado, tal vez, el propio mar sea una memoria incesante de otros recuerdos; y estas olas, que ahora despiertan niños cuando nos rozan la piel, estén rellenas con aquel mismo y lejano viento.