De vez en cuando busco en otras partes del mundo personas para charlar. Me gusta saber de otros sitios, traspasar las barreras horarias e intentar ser capaz de mirar las cosas desde otros ojos.
Su nick decía Sandra, pero su nombre Daniela. En Argentina debía ser media tarde y quizá estuviese conectada. Al fin y al cabo, el invierno acorta los días del hemisferio por el que pasa.
Soy la persona más feliz del mundo cuando me dices hola porque, aunque sólo sea un segundo, has pensado en mí.
Eso decía su perfil, y el estado de su programa lo corroboraba con un escaipmí (skypeme).
Así que me atreví y con un clic de ratón se abrió la ventana intercontinental dispuesta a traspasar letras a golpe de teclas.
—Hola, ¿qué tal? —le escribí, aunque ahorrando ortografía para los tiempos de escasez— Un saludo desde España.
La respuesta se hizo esperar como siempre ocurre con los grandes asuntos, que precisan de víspera para darse la importancia necesaria. Veinte minutos después, el color naranja parpadeó para anunciar su respuesta:
quiro decirte no soy la mujer que tu busca para tus placer,asique mi respusta esa no
Así que perdí una amiga antes incluso de tenerla como tal. Me está bien empleado, por tonto. Y por tanto saludar y con tanta lascivia.