La ciencia lo explica todo. Desde la adquisición del lenguaje hasta la lenta destrucción de la identidad que nos regala el Alzheimer. La gravedad y el magnetismo, el paso de las estaciones y las fases de la luna. La percepción sentimental de la brisa, el frío sordo de los campos de nieve y las longitudes de onda de la música.

Explica la geometría púrpura de tu sexo, la arquitectura perfecta y púrpura de una noche de abril a la hora del deseo y el color púrpura de la lluvia.

Su bisturí disecciona la vida, la enfermedad y la muerte, con tanta parsimonia y exactitud que produce escalofríos. Nos ilustra sobre esquizofrenias, alucinaciones y visiones ascéticas. Y esclarece la composición neuroquímica que desencadena el amor y el deseo.

Soy consciente de que mi ejército de queratocitos, distribuidos por todo el cuerpo, aún aguarda expectante tus manos. Que hierven miles de terminaciones nerviosas aferentes como cuando, con un dedo, recorrías mi cuello hacia los labios.

Ya puedo notar que mis células de Merckel están echando humo por entre los microblastos y que el colágeno que aún me queda, un milímetro más abajo del paso de tus dedos por mi nuca, se estira hacia el rastro que me dejaste en los rizomas de Paccini.

Todos mis corpúsculos de Meissner se han erizado a la vez, orientándose hacia otra piel que cada vez deseo más cerca. El hipocampo me empuja a recordar que esas son tus feromonas y que están clasificadas en la cúspide del placer.

Por eso sonríe el hipotálamo cuando envía la orden precisa por la corriente sanguínea. Mi cuerpo entonces lucha entre relajación y forzamiento, entre sueño y memoria, entre misticismo y carnalidad. Las endorfinas fluyen en oleadas que derriban las murallas que levanta el inconsciente.

El cuerpo cavernoso se rellena, se hincha, se yergue. Mucosas y cavidades desencadenan un torrente a su paso indeciso. Creo escuchar medias palabras incoherentes cuando tu rostro roza el mío. Y mi caracol y mi tímpano vibran hasta el desequilibrio cuando el mismo espasmo que a ti te traspasaba, me atraviesa después todas las membranas en un suspiro.

La ciencia dice explicarlo todo. Todo sobre todo. Todo sobre el amor y sobre el deseo. Sin embargo, no consigo que me explique cual de ellas es la causa y cual el efecto.

Necesito que la ciencia me aclare por qué escribo a máquina en la electrónica de este papel las cosas que desearía grabar para siempre, y a mano, en la memoria infinita de tu piel.

Y que me revele la diferencia, si es que hay alguna al respecto, entre sufrir por quedarse e irse sufriendo, si yo nunca quise causarte ninguna tristeza. Sino verte riendo bajo la lluvia púrpura.