Embebidos en la rutina de las horas que pasan lánguidas y mediocres, caemos en las manos traicioneras de los sueños. Y es que la vida se achica a nuestro alrededor, nos quema las alas y nos manda al callejón trasero con las manos vacías, para hacernos creer que no tenemos la llave precisa que abre las puertas del espectáculo.

Entonces, miramos en derredor y anhelamos las sombras que los demás van dejando sobre el muro. Sentimos una querencia ineludible hacia el brillo de las cosas, porque desde la oscuridad se hace más palpable, más real, más atractivo. Nos atrevemos a imaginar finales felices a historias que no tienen principio y deseamos, en un alarde inconsciente, sentirnos protagonistas de todas las películas.

Pero hay que tener cuidado con el humo que envuelve los sueños y los misterios, porque empañan la realidad con fastos ridículos que traslucen miserias sin nombre. La bruma de los deseos oscurece el camino y convierte las piedras invisibles en sorpresas inesperadas y desoladoras. Saltamos sin red al vagón de las luces y, cuando aún no ha dado tiempo ni siquiera al asombro, las bombillas se apagan para dejarnos ver que no era éste el tren que queríamos coger ni el viaje que habíamos imaginado.

Porque llevamos encima el escenario de la vida, lo arrastramos en cada paso y en cada traspié. Lo creamos en cada guiño, en cada arruga y en cada respiración. No hay que inventar personajes ni esperar la entrada que anuncia nuestro diálogo. Vivimos siempre entre las bambalinas de este teatro, redondo y malhumorado, que gira suspendido de las estrellas. Somos los protagonistas, aunque el foco no tenga el detalle de iluminar nuestros gestos y no oigamos como arranca la orquesta en dirección a los violines.

Cuidado con la trampilla que abren los sueños, porque el foso está tan cerca que asusta hacer equilibrios en el andamiaje de los días. Cuidado con desear lo que no sabemos y dejar que escape el tren sin retorno en el que ya vamos montados. ¡Cuidado! Hay espejismos que esperan impacientes que dibujemos las alas que sirvan para desangelarnos.