No tenía preparado el corazón para tantos besos. La tarde se fue interrumpiendo con pitidos que escanciaban amistad a sorbos pequeños e invisibles, anunciándome que el sortilegio estaba funcionando.
Llegaron abrazos desde todos los rincones de mi vida, que fui alojando cuidadosamente en mis pupilas dilatas por el asombro y la sorpresa. Sorpresa que se iba transformando en el suspense emotivo de recontar los hilos invisibles que faltaban por tejer en el dobladillo misterioso de la memoria. Entonces, y aún todavía, sentimientos contrapuestos hilvanados por pulgares, me recorren intensamente desde el bolsillo.
Envolver abrazos y besos entre palabras incompletas, no es sencillo. Como tampoco lo es encontrar agradecimientos que no desmerezcan el mimo con el que lo hicisteis para mí. Mis manos son cada vez más torpes y no recuerdo dónde puse las palabras que guardaba para ocasiones especiales. A cambio, prometo solemnemente, no desperdiciar ni una sola ocasión de devolverlos.