Navego por este mar sin oleaje en busca de islas perdidas, escondidas tras el canto de sirenas. Para enterrar tesoros repletos de palabras en su playas y marcar con cruces marineras el lugar exacto en el lienzo intangible de mi bitácora.

Porque quiero tenerlos a mano cuando la suerte me sea esquiva, cuando se me acabe el dulzor del caramelo que tengo en la boca, cuando el corazón cierre las puertas para que la corriente no me arrastre al precipicio.

Porque el mundo de afuera esta lleno de castillos desencantados, de genios sin lámpara y de hadas embrujadas. Porque acabamos llegando tarde a donde no queríamos haber ido y esperamos inútilmente que se acuerden de nosotros quienes no fueron capaces de alegrarnos el camino. Porque los hombres grises nos han invadido la conciencia y no nos dejan sitio ni para sentirnos vivos. Porque después de la calma, siempre vuelve la misma tormenta.

Antes que el cielo se oscurezca del todo, quiero guardar aquí a mi princesa. Y esconder a su lado mi pincel amarillo, el disfraz de búho y un cuento interminable. Quiero esconder también il tintinnio segreto dil mio fanciullino, la canción de los sortilegios y el sonido de mi nombre en todos los labios que he conocido. Aún queda sitio para acomodar a los amigos y taparlo todo con verbos que toquen el cielo con el infinitivo.

Tú has visto dónde tengo enterrado mi tesoro. Si quieres usarlo no tienes que pedir permiso. Pero si te lo llevas lejos y dejas el hueco vacío, me estarás robando el corazón. Y sin corazón ni tesoro, estoy perdido.