La tarde pasa despacio, con su ritmo monótono de ventanas que se abren y se cierran en el espacio plano de la pantalla. Ni llueve ni hace sol, ni triste ni alegre, ni vacío ni lleno. Sólo un lento devenir de minutos que parecen horas, rellenos con encuentros imaginados de dos en dos. Un goteo constante de fantasías que asoman por el borde de la conciencia y atraviesan, imprevisibles, el lento transcurrir de los instantes.

La vida se me ha detenido sin avisarme. Se niega a seguir adelante y me devuelve al pasado más hermoso para reconfortarme y evitar que me rebele. Rumio sin descanso todas las cosas que no fueron, como un mantra paulatino de ecos diferidos que vuelven a visitarme sin haberlos invitado a bailar conmigo.

Recito palabras ajenas de poetas muertos que resucitan en mi memoria. Escruto las canciones que navegan a la deriva en este mundo ausente y retirado, de sentidos en huelga y quietudes en pie de guerra. Sus frases se prenden en mi corazón y palpitan dormidas en mi garganta desafinada. Pero sólo me llena su desazón y su lejanía.

Me noto acolchado, diluido, insensible. La vida resbala en mis pasos mientras me atrapa el atisbo remoto de una suerte indecisa. No sé si es nostalgia, tristeza, melancolía, abulia, abandono… o todas juntas y, por lo tanto, ninguna. Un apagón silencioso de la maquinaria del azar. Una indigestión de negrura.

Y entonces, a punto de desvivirme, te escribo… Penitencia irreversible de moldear palabras que despejen las sombras de las cosas que no dije. Desastre encendido de versos desiguales que recojan el recuerdo y lo apacigüen. ¡Si supiera olvidar quién soy por un instante! ¡Si pudiera revestirme tan sólo de cosas simples!

Necesito un empujón de la vida. Una lluvia de locura que me empape los huesos y me lance a un abismo de adrenalina que no me deje respirar dos veces el mismo aire. Un trasplante de energía que me saque de esta intermitencia tenue de la vida, de este parpadeo anárquico del deseo, de esta bahía insensible del corazón.

A ti te digo. ¡Sí, sí! No parpadees más. ¡A ti te digo! No me abandones a mi suerte, en esta vida intermitente llena de tardes de domingo.