Te recorro esta vez, sumergido en una soledad diferente. Sin el corazón desolado ni atravesado de presencias imposibles. Como un amigo blanco de esquinas rebeldes que tira, de un solo soplo, mis demonios por la borda. Como algodón que me empapa las heridas a deshoras.
Trepas por la mesa, a lo lejos, hacia arriba, cuando mis manos tropiezan en tus orillas y resistes, inmaculado, las manchas de letras que te propino. Como el amor. Como un mar de espuma en el que voy hilvanando estelas contra el olvido.
La música del trazo se para y se acelera; se dobla, se revuelve, se marchita. Palabras perdidas. Vacío, me voy de tu lado las mismas mil veces que vuelvo lleno; para volcar en tu vientre liso una retahíla de ecos. Como un amigo silencioso que me contempla desde lo lejos. Como un espejo.
Te arrugo y te estiro, te llamo y me llamas; te odio y te quiero, te guardo y te pierdo. Te comparto, te engaño, te confieso. Como un amigo. Como el amor. Como el silencio.