En medio del zafarrancho de la cocina, con la prisa como motor y como enemiga, mientras en una mano abanderaba los cubiertos, con la otra cogí del escurridor los platos hondos necesarios. Pero un mal movimiento, un error de cálculo, una humedad escondida o un sobresalto del azar, desasieron de mis dedos al más visible de todos, que cayó a plomo sobre el suelo cerámico en un estruendo seco y estridente de collares de perlas desparramados.
Irrompible y torpe fueron las dos palabras que se conjugaron para temblar: una de vergüenza sobre la caja de la vajilla, escrita en letras azules, y la otra sobre mi frente, arrugada en un apretón de ojos. Cuando los abrí, a pesar de un cierto tinte de rabia, no pude evitar contemplar aquel big bang de porcelana con mirada de asombro. Todo el suelo estaba salpicado de trozos minúsculos que rellenaban todo el espacio sin seguir ninguna pauta aparente, pero con el sello inconfundible del azar.
Armado con recogedor y escoba, fui reuniendo en un montón todos los pedacitos dispersos mientras hacía equilibrios de puntillas, valseando sobre gres, para no herirme los pies que llevaba tan descalzos. Hasta que finalizada la tarea vertí a la vez, de un golpe sólo, sobre la bolsa del olvido, plato, recuerdos, rabia y escombro. Y también cayó sobre la bolsa, la incertidumbre pesarosa que nos asalta cuando no sabemos si podremos arreglar las cosas que se dislocan.
Y he vuelto a decidir lo que aprendí hace mucho tiempo. Que hay que llevar encima, siempre dispuesto, un martillo inclemente, un mazo severo, un pulso sin misericordia. Para asestar un golpe certero sobre el centro mismo de los tiestos que nos incordian y evitar así que tengan apaño. Porque hasta que ya no queda nada que arreglar nos siguen haciendo daño y no dejamos de pensar en el plato cayendo, en la torpeza propia o ajena, en la mala suerte inmutable, en las heridas que se causan y en los suspiros que sobresalen.
Mientras escribo, estoy pensando a la vez, entre letra y letra ¡qué curioso pensamiento, Anamén!, que lo que se aplica a los platos, quizá se pueda aplicar, también, a las maquetas.