Ya no recuerdo la razón por la que comencé a emborronar estas páginas intangibles. Parece lejano ese día y, sin embargo, fue ayer mismo cuando mi coleccionista de instantes inventó la contraseña que abre las puertas de este paraíso.
A veces escribí en él para mí mismo. Para deshacer la fugacidad de los instantes que me atrapan a la vuelta de cada esquina. Para ponerle palabras a los fantasmas que me rondan y ahuyentarlos con su propia música. Para ladrarle a la luna cuando no me mira. O tal vez, con la cándida intención de ir dejando señales en el camino, que me permitan reconocer las emociones por las que pasé y los sentimientos de los que vengo. Para mirar atrás con cuidado esta singladura emotiva desde el barquito de papel que me navega por el río revuelto de la memoria.
También escribí para todos, para el azar, mensajes de aire en una botella. Llené la playa de hogueras esperando ver aparecer un cruce de caminos, una coincidencia afortunada o una llegada oportuna. Una flor temblando en la solapa desnuda del corazón. Una argucia inconsciente para pescar los reflejos de la luna. Una invitación, sin ninguna duda.
Algunas veces, me he sorprendido escribiendo para agradar y, luego, recibir. Para intercambiar misteriosas soledades, cromos de la colección de tristezas o sellos de cartas de amor fracasado. Consuelo esquivo, trueque justo. Una mano que acaricia nuestros hombros confusos, a las puertas del paraíso del que nos han echado. Un beso, perdido tal vez. Un conjuro.
Confieso haber escrito, se que no te sorprende, para personas con nombre y apellidos. Llamadas imposibles al otro mundo en el que vivo, para aporrear la puerta del corazón de quienes nunca deben saber lo que les digo. Rozaduras del sentimiento tendidas al sol nocturno de los recuerdos más queridos, para que surtan, sin avisar y a los efectos oportunos. Para que el azar tenga argumentos con los que seguir riéndose de mí. ¡Porque sí! Y porque hay palabras que pesa seguir llevando dentro.
Cuando me dices, ¿lo recuerdas?, que sientes que lo he escrito para ti, perdóname si no te contesto. Porque estoy seguro de que sí, pero… ¡me sale todo tan revuelto!