De la tarde, sobre el cielo, se escapó el color rojo de entre las nubes y fue a parar a tu vestido. De tu vestido al tendedero, ese que está enfrente de mi balcón. Apenas estábamos en un marzo que nadie sabe cuanto duró.
Por el balcón me entró en los ojos y se me salió por los labios cuando te quité el vestido con el temblor de mis manos. El carmín de tu pecho, recién salido de abril, me dio toda la sed que tengo desde que me lo bebí.
Rondaban mayo los besos cuando el negro de tu pelo saltó hasta el fondo de tus ojos. Quemaba el aire tu piel desnuda, bailaban locura tus caderas, mis manos huían hacia las dunas de tu pecho.
Por la ventana, pronto se asomará enero. Y de tus ojos aún siguen volviendo a los míos, cada vez que los cierro, el carmín, el rojo y el negro.