¡He estado tan cerca y tan lejos! Caía el sol hecho añicos sobre la pradera de un mar amansado. La curva del horizonte se ceñía a mi alrededor como cuando tus brazos aquellos me recibieron.

Casi podía notar tu pelo flotando en la plaza. He vuelto a ver, bajo los árboles adornados, el frío expectante y frágil de la tarde que aclaraba mis manos hacia tu talle frágil y expectante.

Se nos ha hecho de noche también mientras buscaba tus pasos en la memoria. He recorrido el cruce, el bulevar, la mesa… ¡He estado tan cerca!

Yo llevaba aún frescas las marcas de tu mirada en mi rostro. Tus dedos hilvanados en los míos y tu voz despierta sobre mis hombros.

He vuelto al mismo sitio, al mismo instante de aquella vez. ¡Te he sentido tan ausente —y por eso tan cierta— un año después! ¡Qué lástima que ya no estuvieras!