Se hace el silencio en el mundo de los ruidos. La noche sube imparable por el camino de la luna.

Cuelgan del techo los instantes más nítidos y yo, adormilado, me esfuerzo en no perderlos, repasándolos despacio para dejarlos reposar en el filo de la memoria.

Se me escurren entre las sombras, no puedo evitar que este corcho que me va envolviendo la cabeza me los arrebate. Doy otra vuelta en la cama, esperando que salga al rescate la resistencia de las sábanas, el calor de tu cuerpo cercano o el viaje dulce de tu fragancia.

Nada más que vacío se palpa, vacío ausente, sueños efervescentes que huyen de madrugada cobijándose entre las manecillas del reloj. Fantasmas de besos dados al aire, espíritus que danzan un baile extraño. Todo son huecos a mi alrededor, pero ninguno lo encierran tus labios.

Al fin, se me vencen los ojos esperando imposibles. Mientras baja despacio la noche por el camino del corazón y me ocupa con silencio todo el espacio libre.