¿Y cómo retenerte? ¡Cómo dejar que te vayas sin que hayas venido, como olvidarte si aún no te recuerdo, cómo explicarte lo que todavía no sé!
Huyes cuando dices hola y el miedo conquista tus ojos, cuando te acercas con la sonrisa puesta pero mirando la puerta abierta que dejas tras de ti.
Te escurres cuando te ríes con mayúsculas, cuando te muestras fría y despiadada, salvaje y esteparia, cuando respondes a las preguntas que no pensaba hacerte.
Te escapas en cada tecla, en cada movimiento de los ojos que siguen la ascensión de las letras, en cada giro de la conversación interrumpida con silencios de corchea.
Retrocedes antes de avanzar, te enrocas en el lado del rey y te quedas ahí, quieta, indecisa, sin saber hacia donde huir. Y entonces miras cómo me vuelvo hueco e invoco a las musas para perseguir el trayecto de tu fuga.
Huyes. Huyes como nunca, como siempre. Pero no huyas de mí, porque yo sólo te quiero decir que las tristezas nunca nos protegen. De nada ni de nadie, únicamente nos hacen sufrir.
Paso a paso, como un lobo, voy detrás de ti. Para decirte que no me rehuyas hasta que no sepas hacia dónde ir. Y ahora, tú, miénteme y di.