¡Qué tenue es el velo que separa la realidad de los sueños! En un instante nadamos en paraísos sutiles, construidos sobre quién sabe qué materiales desvaídos de la memoria; y al instante siguiente, tras un fundido en negro y un plano medio que se va abriendo a medida que la consciencia vuelve en sí, nos encontramos en otro paisaje diferente, que se engancha al misterioso hilo de la vida tan sólo a través de su permanencia en nuestro recuerdo.

No siempre es sencillo distinguir, de entre los muchos escenarios por los que deambulamos, cuales son realidad y cuales sueño. No quisiéramos escapar nunca de los instantes construidos sobre ternuras y alborozos; en esos preciosos momentos, la vida, si es que la vida es lo que es y no todo lo contrario, decide tomarse un respiro, descansar sobre nuestros hombros y confundir nuestros sentidos e, incluso, el devenir del tiempo.

También las pesadillas, siempre agrias y siempre reales, nos confunden sobre el paisaje en el que están dibujadas; posiblemente con mano certera que conoce como nadie, nuestros miedos y nuestras ansiedades. Porque sentimos latir aprisa el corazón y doler el estómago y asfixiarnos de espanto o de desesperación hasta que, en un abrir o cerrar de ojos, todos los síntomas remiten lentamente, dejándonos el pasmo y el aliento entrecortado como recuerdo de lo vivido.

Me pregunto, no sé si dormido o despierto, si la vida es sueño o si es que el sueño es la vida. Porque no me importa la realidad, ni la verdad, ni el raciocinio, ni el convencimiento… si me llevan y me traen al son de pesadillas, reales o imaginadas, largas o cortas, previstas o sorprendentes.

Todo es vida y me empeño en prestar atención a mi vida tanto como a mis sueños: una me dice por dónde vine y por qué camino voy; los otros, hacia dónde puedo ir y qué azares me esperan. Siempre puedo ser feliz, conscientemente feliz, en alguna circunstancia real o imaginaria y la busco allá donde la pueda encontrar y sentirme a salvo.

A veces, los demás, esas sombras que me desdibujan desde un papel cuadriculado y sin colores, me demuestran no sé si desprecio o lástima detrás de sonrisas complacientes o forzadas. Pero hace ya bastante tiempo que sólo me importan las personas que quiero o que me quieren: aprendí a distinguirlas muy pronto, porque siempre me las encuentro en la vida y en los sueños y, a veces, hasta en este pasadizo secreto entre mundos desde el que escribo.

Adiós ahora. Voy a soñar que me acuesto. Muy pronto, soñaré con vernos.

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La mujer tatuada con la figura de un conejo te llevará hasta Morfeo. Cuando él te ofrezca elegir entre la pastilla de la verdad y la del sueño… ¡tómate las dos! Hace tiempo que te espero.