Al otro lado del corazón, donde se guardan los secretos imposibles, ya ha llegado abril como un soplo.

En donde un laberinto termina y empieza otro, más allá del lugar en el que no hacen falta las palabras, brilla delante de mis ojos, como un reguero continuo, el tacto de manos que traen un sueño.

Allí hacen una larga parada todos los trenes que no llevan a ninguna parte. Y se quedan puros, expectantes, esperando sobre la vía, sobrecogidos a la emoción, bailando al mismo son que la brisa que impulsa el trayecto.

Al otro lado del corazón, en donde podemos ser distintos sin temor a equivocarnos, en la esquina que guarece al mundo de los malos pensamientos, creo que he visto una luz alumbrando un hueco.

Parece un espacio pequeño, sin cocina, sin cama, sin salón. Sin vistas al día de mañana, pero amueblado con unas sonrisas como las que llevas embebidas en tu otro lado del corazón, en donde guardas tus secretos bajo la llave del soplo con que te ha besado abril, allá donde termina tu laberinto sin fin y empieza otro.

Al otro lado del corazón, creo que tal vez esa luz pueda protegernos del frío. Pero, sobre todo, creo que, si tú también la ves, es que no todo está perdido.