Me he levantado temprano en esta luminosa mañana, después de acostarme tarde. El cielo estaba de un turquesa casi imposible. Los rayos de sol calentaban el patio que anda revuelto de brotes en el peral y enredado en la madreselva que hay a un lado. Estaba previsto, quizás, que hoy fuera un buen día.

Pero no he podido contener el malhumor de separarme de la cama. Me pasa muy a menudo, como si no me quisiera dejar a medias un pensamiento, como si nunca fuese buen momento para despertar.

En el primer movimiento, además, me ha dolido el brazo con un dolor corrosivo que se me incrusta en la base del cuello. Tiene nombre y no es grave, pero es muy molesto. Una mala postura, tal vez un mal sueño.

No he podido escribir. El ordenador es cruel para la espalda y despiadado con la vista. Así que he bajado al patio, al sol, que calentaba con la fuerza de mayo. Y un rato después, en la sombra, ha empezado a dolerme la cabeza.

De todas las cosas que pensaba hacer, no he hecho ninguna, ni siquiera cocinar. La tarde ha pasado después a cámara lenta, de la pastilla al sofá y del sofá a la cama. No me apetecía escuchar música ni ver películas; sólo seguir, medio dormido, inventando excusas para no hacer nada.

Esta noche voy a acostarme enseguida para esperar que no le importe al día siguiente regalarme otra luminosa mañana. Pero antes he decidido escribir aquí algo muy importante, que quiero recordar siempre: «Yo también soy mis defectos».

Todo yo voy dentro del mismo paquete, como una oferta de fin de existencias. Los malos textos también son míos. Y los hábitos que repito impenitentemente y las sombras de otros días y la desgana y el silencio. Yo también soy todo eso y no siempre me doy cuenta.

De lo que sí me he dado cuenta, es que ya he pasado de cuarenta mil visitas. Que llevo más de quinientos textos, que aún me quedan cincuenta días y que he recibido más de dos mil setecientos comentarios de gente amiga.

Y aunque no les habré gustado a todos y seguro que veinte mil son mías, desde esta luminosa mañana quiero dar a todos las gracias por vuestras visitas. Y a todos los que me ayudan a respirar hondo y tener ganas de creer que mañana será otro día.