Soy forofo curiosísima palabra, que me gusta mucho más que la furibunda «hincha» o la tibia «aficionado» del Atleti. He sufrido y disfrutado con él, y mucho más lo primero que lo segundo. He soñado con sus victorias, he perdido el apetito cuando la derrota llegaba en el último minuto y, visto así, es un asunto casi paranormal que yo pese lo que peso y que tenga insomnio.
El caso es que uno se hace de un equipo por… bueno… a saber por qué. Y luego nunca lo deja. Ya se puede estar arriba o abajo, levantando copas o dando puñetazos de rabia en el césped. Puede hacer que te sientas orgulloso o decepcionado, triste o alegre, arropado o solitario.
Pero sigues siendo de tu equipo y, tarde o temprano, enterándote del resultado o mirando el penalti por el resquicio que dejas entre los dedos mientras te tapas los ojos con las manos, lloras con su mala suerte o cantas su victoria soliviantando a los vecinos.
A propósito del fútbol, hablo siempre de los amigos y de que nunca sé exactamente qué es lo que me hizo fijarme en ellos. Pueden hacer que te sientas orgulloso o decepcionado, triste o alegre, arropado o solitario.
Pero cada uno sigue siendo tu amigo y, tarde o temprano, enterándote desde lejos o estando en primera fila, cantas con sus batallas ganadas, por pequeñas que sean, o te aprieta en la garganta su mismo nudo.
Ninguna tristeza propia es más profunda. No hay desamparo más grande que verlo perdido y no saber ofrecerle ayuda. Y aunque la fuerza centrífuga de la vida lo aleje, lo acerque o lo revuelva, siempre seguirá siendo amigo.
El caso es que uno lo adopta por… bueno… a saber por qué. Por ternura o por complicidad; o por las dos cosas juntas. Y luego nunca lo deja. Le perdonamos todo porque, sencillamente, no hay nada que perdonar. Y no le pedimos nada porque, sencillamente y sin darse cuenta, ya nos lo da todo. Su único defecto y el más difícil de soportar, sería que no fuese tan feliz con nosotros como nosotros los somos con él.
He decidido tu amistad y eso es algo que nunca escribo con lápiz o tal vez me la invento, puede ser, yo qué sé, y qué más da si el sueño también es vida. Pero está decidido con tanta fuerza que, ya ves, ni siquiera me importaría que no fueras del Atleti.
Y, a propósito del fútbol y de los amigos, debo advertirte que empieza el partido y que, te guste o no estar en mi equipo, ya no hay nada que puedas hacer al respecto. Ni siquiera irte.
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