Puede que se exprese con frases grandielocuentes que buscan celebridad o con comentarios incompletos que salen improvisados cuanto se contempla lo leve del transcurso de la vida. O cuando se minusculizan los conceptos rimbombantes para bajarlos de la tribuna y dejarlos a pie de calle.

A veces está en el gesto que se emite, en el tono en el que se habla, en el absurdo que se recupera o en lo inapropiado del contexto. A veces, claro, también está en la palabra, en la rima escondida, en el tabú zarandeado o en el estrambote contorsionado de una risa.

Suele estar en el doble sentido que tienen las cosas, en la perplejidad que sucede al desconocimiento, en una especial amargura que destila o en la ironía que hace saltar las alarmas del pensamiento.

El humor es una sustancia invisible capaz de rellenar el mundo por sí sola y sin más aditamentos que la imaginación de buscar lo imposible. El humor abre puertas, sana heridas, es el abono perfecto para que florezca la empatía.

No estoy hablando de los eruditos de la chistología; ni de la «graciosidad» de quienes creen en la humillación de las bromas, ni de la chabacanería de la carcajada gruesa y el resbalón de plátano.

No, no me refiero a nada de eso. Ni siquiera estoy hablando de la alegría, ni de la gracia, ni de la simpatía, ni de la amabilidad, ni del buen humor. ¡Qué va! El sentido del humor es completamente distinto a todo eso aunque, es posible, puede que tenga algunos rasgos compartidos.

El humor es el sexto sentido, el sentido de la vida. Es una filosofía completa, una manera de enfrentarse al mundo. Es la única forma de ver más allá de las cosas y contemplar todas las caras de la realidad y también las de la fantasía. Es un signo de inteligencia que amuebla cabezas, como un radar que evalúa quién está en la misma onda y lanza mensajes terrícolas de complicidad.

Es el único pegamento duradero que mantiene unidas a las personas a través del tiempo. Es el «or» más difícil pero también el más sincero, el único que no se puede fingir. Además, convendrán conmigo, es el único hechizo verdadero, porque puede convertir en atractivo a cualquier adefesio sin que sus efectos caduquen a medianoche.

Además es adictivo, muy barato y, aunque necesita grandes dosis de imaginación, no consume mucha energía. De hecho, —y si no lo han probado, deberían, ahora que están en edad— se puede hacer el humor muchas veces al día y sin necesidad de intercalar cigarrillos.