Esta noche me asalta el recuerdo de tu mano que se posa levemente sobre la mía, jugando con mis dedos a no se qué diálogo de palabras innombrables. Me parece adivinar su tacto fresco y su suavidad inquietante abriéndose paso entre la oscuridad y los kilómetros.
Me asalta el recuerdo de los abrazos estrechos que vienen a rescatarme de entre las luces y las sombras que me encarcelan. Soy capaz de sentir de nuevo su calor tibio y su textura de terciopelo rellenando el espacio abierto a la incertidumbre.
Me desconcierta el recuerdo de tu mirada conversando en silencio con mis ojos. Dos puntos de brillo equidistante que me apuntaban, y se escondían detrás del tierno encanto de una sonrisa permanente que anunciaba a gritos la profundidad de sus secretos.
El pasado vuelve con su carga repleta de cosas que no fueron para hacer más profunda la herida de las cosas que no serán. Con el corazón en la garganta aguanto las embestidas de la memoria. Pero el recuerdo es forajido cruel que corta la respiración y la realidad, abriéndose paso hasta invadir la fuente de la que manan todos los instantes.
Esta noche me asaltan los recuerdos. Desvalijado y vencido, beberé de un trago todo el veneno que me corresponde: ¡es tan dulce, tan acogedor, tan intenso…! Más que una sombra de la memoria… ¡me parece un sueño!
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