Todas las noches, aunque las nubes empañen el cielo y arruguen la luz de la luna sobre un velo translúcido, todas las noches, una estrella titila y devana destellos tiernos sobre mi corazón.
No necesito verla para saber que existe, ni escucharla para saber que me habla. No hace falta tocarla para entender su belleza, ni creer en ella para que me traspase.
Todas las noches, claras o turbias, llenas o vacías, todas las noches, una estrella me guía y me hace sentir mago inexperto de palabras sutiles. Todas las noches, solitario o en compañía, todas, todas las noches de mi vida, miro al cielo y siento como brilla también para mí.
No siento celos al saber que brilla también para otros, porque todas las noches, todas, todas las noches de mi vida, son refugio para mi estrella y su canción desnuda, que me susurra y me pregunta, todas las noches, todas sin faltar ni una, hacia dónde quiero ir o hacia quién. Y todas las noches, todas, todas las noches de mi vida, pronuncio el mismo nombre.
Todas las noches me conmueve la estrella que cada mañana me guía por la vida hasta la noche siguiente. Todos los días y todas las noches le pregunto «¿porqué yo?» ; y ella me responde, todos los días y todas las noches, brillando también para mí.
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