Tengo ganas de conocerte. Te veré a lo lejos. O tal vez me tropiece contigo. El sol parecerá más redondo y tu sombra más ligera.
No sé si hablaremos la primera vez que nos veamos. Yo soy tímido para eso, pero no te importe esperar a que me sienta más cercano. Quizá estemos algún tiempo sin dirigirnos la palabra o empleando esas frases educadas que permiten hablar sin decir nada interesante. Pero no me lo tengas en cuenta.
Al principio tendrás recelos. No te dejes llevar por la primera impresión. Ocurre a veces que no llevamos puestas las gafas de ver el corazón de las personas y levantamos una muralla para impedir que nos hagan daño.
Tal vez haya risas que nos acerquen un poco. El humor es siempre buen compañero de viaje y lo saco todos los días de paseo. Se paciente conmigo, no quiero correr y no me gustan las prisas para los asuntos importantes. Espero que las ganas que tengo de conocerte no me gasten ninguna broma pesada.
No sé cómo nos reconoceremos. Y me preocupa el asunto. Porque yo sí sabré quién eres cuando te tenga delante, ¿pero cómo sabrás tú que soy yo a quien tienes enfrente? Necesito emitir una señal inequívoca, un reclamo dulce. Debo preparar una pista inteligible que me anuncie.
Tal vez pongas tu mano en mi espalda o sea yo quien me apoye en tus hombros. La piel es un anuncio de cercanías y un altavoz de emociones. Espero saber dominar mis nervios y tener la cautela necesaria para evitar que me confundas entre tanta gente que saldrá a recibirte.
Usaré la llave que tengo para abrir una puertecita de tu corazón. Me instalaré con todo mi equipaje de risas y versos. Para cuando quieras darte cuenta y para no echarme de menos, irás y vendrás a todas partes conmigo dentro.
Sé que ya estás en camino, lo presiento. Puede que aquí mismo, ya, a la vuelta de la esquina. O quizá tengas otros asuntos que retrasen nuestro encuentro. Te necesito aquí a mi lado, para caminar juntos. No me preocupa lo lejos que esté tu casa, porque las distancias no son más que suspiros.
Se acerca el momento. Voy a arreglarme un poco, sólo un poco. Quiero causarte buena impresión, pero que me veas tal y como soy. Me dejaré puesto el corazón de andar por casa y limpiaré mis zapatos de ir sin prisa. ¿De qué color serán tus ojos? No creo que importe si me enseñas a leer en ellos.
Respiro hondo. Noto tu presencia. Adelante, ha llegado el momento… ¡Estamos a punto de conocernos! A ver como inicio la conversación… Ya sé…
—¡Hola! ¡Qué tal! ¿Eras tú quien me estaba leyendo?…
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