Paseamos por el mundo mientras nuestro camino se cruza con el de muchos otros. El destino nos lleva y nos trae compañeros de viaje y decide cuánto tiempo permanecen con nosotros. Personas que a veces no se quedan ni siquiera el tiempo preciso para recordarlas. Otras, en cambio, nos acompañan toda la vida, o al menos gran parte de ella, y dejan en nosotros huellas imborrables de su paso.
Miro a mi alrededor, en el espacio y en el tiempo, y no veo más que azar. Todos los que estuvieron a mi lado vinieron de la casualidad. Y aquellos que se fueron, también lo hicieron de la mano de ésta. Son tan pocos los que permanecen, los que se adhieren, los que se rebelan ante los designios de la diosa fortuna y sus esfuerzos son, normalmente, tan inútiles, que me siento desbordado de fugacidad. Me pregunto si yo soy el mismo o si muto en función de los vaivenes del azar.
Y de entre todas las personas que me rozaron, las que dejaron su marca en mí, las que señalaron mi corazón y grabaron en él su nombre indeleble… ¿A quiénes echo de menos? ¿Quiénes asoman su recuerdo por los entresijos de mi memoria?
Me pregunto porqué se fueron, cómo no pude retenerlos, porqué se entretuvieron dejando en mí una señal si tenían previsto seguir el viaje. ¿Se acordarán de mí? ¿Ese vínculo imaginario marcó también su alma a la vez que la mía, o esas son huellas que el tiempo inexorablemente borra en unos antes que en otros?
La memoria me niega los nombres y los rostros de personas a las que sé que quise y que, ahora, no sé si sigo queriendo. Ansiedad de recuerdos. Torpeza de sensaciones. La nostalgia me aprisiona cuando, en un esfuerzo desesperado, vuelvo atrás la vista para contemplar el camino y no encuentro huellas de mi paso.
Si volvieras a nacer, si empezaras otra vida,… me gustaría saber si pronunciarías mi nombre de nuevo; si señalarías mi rostro con tu dedo mientras una voz interior te dice desde dentro del oído que te gustaría llevarme contigo. Si te recorrería un alivio especial, un suspiro profundo, como si una pieza del rompecabezas estuviera en su sitio de nuevo.
¡No me lo digas! En el fondo de mi ser, no quiero saberlo. Soy demasiado cobarde. Por eso miento diciendo que prefiero pasar como una sombra por las vidas de los demás, cuando, en realidad, lo que me gustaría es… quedarme para siempre en ellas.
¡Cómo hablar, si ya no hay vuelta atrás! No sé que complicidad nos une ni porqué se desencadenó. Ya eres un lazo de los que me atan al infinito. No aprietes el nudo ni lo aflojes: estamos a la distancia perfecta…
Pero si en tu viaje encuentras una nave del tiempo… ¡Vuelve a por mí! Te espero.
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