Me asombra que me recuerdes. No soy casi nada, casi nadie. Una gota templada, apenas distinguible, en un día lluvioso de otoño. Resbalo por tu pelo sin mojarte, sin tocarte, sin hacer ruido, sin saber por dónde tengo que caer.
Apenas dura un instante mi viaje por tu vida. El remolino de aire que forman unas alas al cerrarse. Invisible, intangible, despreocupado, imperceptible como respiración de durmiente. Aliento de árbol al oscurecer el mundo. Brisa que huye asustada.
No quiero dejar rastro. Ser una sombra y habitar el lado oscuro de la noche. Niebla sutil que se aclara al acercarte. Humo inasible que flota sin voluntad, esquivando tu contacto. Voz apagada entre la muchedumbre ruidosa que nos envuelve.
No quiero dejar huella. Pasar como si no hubiera pasado, vivir como si no hubiera vivido, despertar como si siguiese dormido. Transparente para la memoria y para el olvido. Porque yo no soy gota, ni instante, ni sombra ni susurro. Apenas casi nada, casi nadie.
Por eso quiero saber qué pensamientos tuyos rescatan del olvido mi recuerdo. Para qué aparezco, qué olvidé decirte, qué me falto mirar, qué acerté a mostrarte o qué música sonaba en tu corazón. Qué me faltó por hacer que me llamas para que lo termine. Qué camino, qué laberinto, qué soledad o qué desasosiego necesita mi regreso.
No me molesta pasearme por tu memoria. Y me encanta que me lo hagas saber. De lo que se trata, en el fondo, ya lo habrás adivinado, es de que me des la excusa que necesito para no dejar que me eches más de menos.
Deja una respuesta