Mis pensamientos navegan sin rumbo fijo, disfrazando paisajes de ternura y reviviendo sombras apagadas por el tiempo. No consigo mantener el rumbo en este viaje por el corazón, por los corazones. El vértigo me guía en la travesía de la memoria y no encuentro puerto donde refugiarme.
Me encojo en el sillón y pongo música, preparado para detener el tiempo que me sofoca. Vuelo lejos, hacia las luces que desprenden los recuerdos encendidos que esta noche sin luna han venido a visitarme. Un desasosiego dulce me recorre cuando aparecen fantasmas que me cuentan lo que nunca ocurrió. Y siento el vacío escaparse por recovecos que creía que el tiempo había sellado para siempre.
Nada de lo que me ocurre es nuevo, pero siempre me sorprende no haberme acostumbrado a que esta nostalgia desvencijada me entrecorte el aliento. Quiero coger el timón y virar más al sur, a donde los vientos suaves me den reposo. Pero el vértigo me conduce hasta el centro de la tempestad, que acaba derramándose por las mejillas.
Nadie puede ayudarme en este trance, ni siquiera yo mismo. Revivir historias es morirlas un poco y perecer en el intento. Achicando agua de mi corazón hundido vuelvo del viaje que me endulza las noches que me transforman en frágil y vencido.
Ahora que todo pasó, sonrío; porque cuando el vértigo conduce mis pasos… ¡qué corto se me hace el viaje y qué sencillo el camino!
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