Tres era el número exacto para definirnos. Aunque sabemos que la vida nunca pasa sin rozarnos, hay noches que iluminan cicatrices de olvido. A golpe de conversación y cerveza descubrimos que los lazos se deshilachan y los nudos se aflojan. Después de andar entre las tinajas, las luces en ámbar detuvieron la noche un instante, un suspiro,… apenas el tiempo justo para deshacer el trío.

Dos es un número solitario. Palabras cruzadas que devuelven ecos invisibles, señales de aviso, barreras transgredidas y esa sensación intermitente de estar despiertos y dormidos. Al salir nos envolvimos cada uno en nuestro frío y las luces verdes nos mostraron diferentes caminos.

Un pitido de bolsillo interrumpió el silencio del regreso. ¡Qué extraños compañeros de viaje son los amigos! Porque se vienen contigo aunque vayan hacia otra parte por diferente camino. Después de leerte no pude evitar sonreír al taxista, como si fueses tú quien estaba conmigo. Pero él, desconocido y oscuro, no supo poner la mano en mi hombro, como haces tú, cuando estoy contigo.