Me rondaban letras, tal vez un sueño, y desperté muy temprano. Intenté recordar las palabras, pero cuando bailan en la memoria es inútil intentar retenerlas, hay que dejar que se vayan libremente, por si deciden regresar.

Me tomé el malhumor y un café para afrontar la vigilia más despejado. Las musas se rieron de mí a cada paso, pero a cambio y por el mal rato, me entregaron otros poemas imprevistos.

A las musas y al amor, que quizás siempre han sido lo mismo, hay que aceptarlas como vienen y hay que tomar con agrado lo que dan y lo que quitan, porque siempre se sale ganando.

Yo gané otro desvelo, dos poemas y un día más largo. Y que me cambiaran el humor de perros, por uno de gatos.

Vengan con el son que vengan, yo siempre les acepto el trato.