Las palabras son, a la vez, continentes y contenidos. Atlántidas, emergidas del empuje de los siglos, sujetando el peso de muchos significados superpuestos que empezaron a serlo, primero, por casualidad. Y después, por la insidia pertinaz de eso que llamamos costumbre.
Se combinan, se unen y se separan para formar nuevos cuerpos, nuevos mundos, nuevos sentidos. Nos contienen en lo que decimos, en lo que queremos decir y no sabemos; y también en lo que no decimos.
Y nosotros las arrastramos a través del tiempo, las contenemos al escucharlas, al leerlas, cuando nos rellenan con un no sé qué invisible que nos apacigua o nos revuelve, que nos empuja o nos tumba en la lona. Alas o lastre, subida o bajada… E incluso, hasta la indiferencia, el amor, el miedo o el olvido, los llevamos contenidos en palabras.
Como también llevo en mi sangre polvo de estrellas distantes, carne de otras carnes antiguas, huesos con quebrancías heredadas. Llevo escrito en la cara el sol que abrasó a mis ancestros, la misma agua que ellos bebieron; aunque el color del cristal con que lo veo todo, continuamente, no sea el mismo que inventaron ellos.
Ellos también me contuvieron, como el vaivén del agua sostiene la onda engendrada por la piedra. Como la hoja se mece en el viento que brotó, allá a lo lejos, de las alas inquietas de una mariposa. Como el ruido que crepita en la hoguera alberga en su eco la energía del volcán.
Así pues, en mi ignorancia, yo proclamo que todos somos palabra, sujetos a la vida y predicados por los ejemplos. Adverbios de tiempo, complementos en el azar, adjetivos para el recuerdo. Pronombres en las ausencias y artículos para los demás. En esta lingüística universal, nosotros somos palabra y la Vida es, al mismo tiempo, tinta que escribe y libro que completar.
Tengo la esperanza de que, cuando esta noche el dedo de la luna pase otra página resbalando su luz interminable por el arco del cielo, te atrevas a pronunciarme en voz alta. No ya mi nombre, residuo pretérito, no sólo; sino que me recites completo. Que me transformes en aire, que me quede vibrando en un hueco de tu oído y que me lleves así a todas partes y por todos los caminos.
Si ves que no es suficiente, si tardo o no llego entero, entonces, profiéreme a gritos. Que quiero entrar y salir de mí deprisa, por favor, deprisa, y contenerme así, contigo.
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