Habrá días en los que te envolverá la tristeza. Te atará con lazos simétricos al torbellino del desamparo. Cada suspiro exhalará de tu pecho un aire antiguo de deseos malogrados, de vidas paralelas que no acaban cruzándose ni siquiera en el infinito. Te hundirás en el mar bravío del desconsuelo y el peso de la añoranza te hará caer hasta el fondo de un abismo sin fin.
Habrá días en los que te atormente la soledad. Te dolerá el hombro en el que no se posa ninguna mano y te arderán las palmas con las huellas de pieles exentas. Como un remolino en el mar, el hueco de un abrazo vacío te succionará hacia el olvido y, para escapar, no habrá más remedio que abrazarse a la fe de lo desconocido que está por llegar.
Pero también habrá días en que puedas tocar el cielo, flotar sobre el suelo y frotarte los ojos con incredulidad. Te costará soñar encuentros mejores y encontrar mejores sueños. Se te olvidarán los dolores y el genio de alguna lámpara te mostrará, sin más protocolo, que ya encontraste lo que viniste a buscar.
Hay que estar preparados, porque el azar es un zoco, un rastro, un mercado revuelto, un tenderete loco. Una feria inmensa de la que no se puede escapar y en la que se puede encontrar de todo. Y hay que estar preparados para regatear.
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