Los días se visten de cielo, con claroscuros diferentes que se suceden sin orden, sin concierto, sin mirar al calendario.
Yo me disfrazo de día, con ánimos desiguales que se suceden sin aviso, sin preludio, sin transición.
Las letras me usurpan el puesto, mostrándome con estilo discordante, sin previsión, sin raciocinio, sin pedirme un permiso que no sabría cómo dar.
Según el color de las letras, así se me acaba tiñendo el cielo, sin preparación, sin liturgia, sin control.
Es posible que algún día acierte a ser yo en el intento. Espero impaciente ver el color de ese cielo, el ánimo de ese hoy y el color de ese texto.
Entretanto, juego, sigo jugando, enredado en este corro vicioso y sin fin, juego infinitas veces a que al final soy otro, mientras me escondo de mí.
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