Se busca Musa con premura, me urge encontrar estímulo. En adelante se detallan los pormenores necesarios para el delicado desempeño que ha quedado vacante.
Debe ser breve en apariencia, esbozar lo que no muestre y dejar ganas de más cuando se despida. No importa si le gusta mirarse al espejo, siempre que no haga caso de lo que ese infame le diga. Yo mismo me encargaré, puntualmente, de hacerle saber que está divina.
Imprescindiblemente, debe ser abierta de mente y dementemente abierta de corazón. Practicante convencida de abrazos compulsivos y meticulosos, que no necesiten pretextos bienintencionados ni efemérides de agenda y que no dependan, en general, de cualquier suerte de buenos modos.
Su aspecto mundano no es trascendente, aunque prefiero que tenga la piel suave por si surgieran, inesperadamente, asuntos de índole concupiscente y noctámbula. Que no sea sonámbula, por favor, que no hable en sueños; es mucho mejor, en estos casos, que prefiera soñar mientras hablamos.
Da igual el color de sus ojos porque pienso perderme en ellos de todos modos. Como acabaré adorando su voz y echando de menos sus manos cuando no floten a mi alrededor.
Es imprescindible que no le tenga miedo a las alturas. Generalmente suelo volar bajito y no debería haber problema. Pero es porque, bueno, según la compañía, ya saben, a veces, uno se esmera.
No ando nada bien de plata y por ende, interesadas, abstenerse.
Y tengo edad suficiente para saber que, en esta vida tan terca, se busque lo que se busque, al final se encuentra lo que se encuentra. Por eso confieso que, todas las anteriores preferencias, sólo son una argucia para llamar la atención de posibles musas convictas o confesas.
Pero lo que sí agradecería, muy sinceramente, es que, antes de personarse en mi vida para ultimar las pequeñas cosas, se dejara convencer y, algunas veces, se me apareciera tal y como yo me la estoy imaginando ahora.
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