El viaje fue un laberinto de calles, una mala jugada de la memoria. Pensé que recordaría fielmente el camino por el que me llevaste, creí tener tu hilo en mi mano. Pero no supe ver que estaba perdido.

Me dí cuenta tarde de que, aquella vez, yo no miraba otro paisaje que el tiempo que nos reunió. Que no tuve más hilo que el de tu voz. Que no quedó en mí más trayecto que los dos últimos pasos de baile que dí antes de abrazarte.

En mitad de aquella plaza desnuda me sentí perdido. Fugitivo, atado al teléfono como salvoconducto, extraño en un decorado desconocido, solo en medio de una nada rectangular e indiferente. Y sin embargo, insólitamente alegre.

No te reconocí hasta que la miopía no descorrió su velo y el punto negro que vi moverse acabó convirtiéndose en un tú sonriente y tierno. Yo seguía perdido, desubicado, perennemente expulsado de todos los paraísos. Preguntándome insistentemente qué era lo que hacía allí. Y sin embargo, inexplicablemente alegre.

El soplo de noche que me prestaste fue un suspiro. El trozo de vida que me dejaste compartir fue una prueba palpable, estoy seguro, pero no sé bien de qué. Tu mano en mi hombro me hizo atravesar la insondable frontera del tiempo y refrescó tus últimas huellas, las que nunca quiero perder.

Yo estaba perdido desde el principio, me ganaste y perdí, y aunque me fui perdiendo mientras te oía decir que cuando volveríamos a vernos, no supe más que perderme superponiendo recuerdos en la gran pantalla de lo que viví.

El retorno fue un laberinto de calles, una sopa de letras, un crucigrama de señales. Cada cruce anunciaba mi extravío, en cada plaza irreconocible renovaba mi desvío. Anduve descaminado y errante hasta que el azar se apiadó de mí y pude ver, en vuelo rasante, el cartel adecuado que me indicó el camino de regreso al aquí.

Tan alejado estaba, tan aturdido fui, que cuando por fin llegué a casa, comprobé tácitamente que aunque ya estaba aquí, antes estuve allí perdido y alegre. Lo más extraño de esta perplejidad inconsciente es que todavía hoy me siento perdidamente alegre.

Y todo por volver a verte. Como tú decías, espero pronto nuevas averías.