Estalla la luna esta noche por entre las nubes, solitaria, con la cara blanquísima, congelado el rostro.
Araña el frío la piel desenvuelta de las cosas y todos los tactos son distantes, hirientes. Escuecen aún más con el frío todas las huellas abiertas de otras manos calientes y lejanas en la memoria.
No parecer haber hora en la que este viento del norte no soliviante los pies, que se arrastran encogidos en los zapatos cuando buscan sin gana un sitio al que volver.
Todo es frío. Miran mis ojos fríos, hablan mis labios fríos, tocan mis manos frías y fríos escuchan mis oídos. Un mimetismo de invierno me blanquea los cabellos y me incrusta en el hueco de un frío que lo es todo.
Me dejo temblar, me dejo acurrucar en el hielo. Atrapado en la fría realidad, como un mamut resignado que ya sólo espera que el final sea un principio de museos.
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