Será que todo está como estaba. Los trastos del escritorio siguen en el mismo sitio, adquiriendo polvo al bajo costo de una inmovilidad indiferente, como la de todas las cosas no que tienen más objetivo que existir un instante.
La montaña sigue al fondo, parda y verde, borrosa por la miopía y por lo gris del cielo que la envuelve. Los sonidos tienen un timbre idéntico al de los que aparecen siempre a esta hora de la tarde cansina, limítrofe, impalpable.
El fuego baila en el mismo sitio, mis pies pisan las mismas baldosas tantas veces caminadas, mientras mi espíritu se aventura a mirar y no tocar ese otro mundo cercano que me pasa otra vez de puntillas por la imaginación.
Sólo la luz, que anochece los pensamientos, deriva este cuadro estático hacia la negritud, hacia ese lugar en que se extinguen las cosas que no tienen sentido, que no tienen recorrido, que no tienen finalidad. Sólo la luz me avisa de lo quieto que estoy y de esta impaciente necesidad de andar.
Será que todo está como estaba y que tú no estabas en el todo sino en la parte, será que tengo miedo de preguntarte por dónde andas, dónde estoy y por qué, en lugar de quedarte, has preferido dejármelo todo como estaba.
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