Me interesa profundamente el instante creativo, el momento preciso en que el caos se deslía en la imaginación de alguien y se transforma en un orden personal, renacido de la entropía, con capacidad para emocionar. En realidad, es mucho más que un instante, es una sucesión de periodos que van encontrando su sitio sobre un papel, un puzle, metódico o instintivo, que se acaba armando por sí solo.
Cuando leemos, cuando recreamos la emoción que vierte el autor en su obra, pasar de un párrafo a otro es cuestión de un segundo y no nos ofrece ningún indicio del tiempo dedicado a su elaboración. En el post anterior quise contar algo de cómo percibo la compactación del tiempo en ese proceso.
Se me vino a la mente haces que se vaya mi melancolía, un texto de hace un año, pero del que recuerdo haber tardado casi una semana en terminarlo de escribir. Creo que es el más elaborado de los que tengo. Sin embargo, al leerlo prueba y dime si piensas lo mismo parece como si hubiera salido de un solo golpe de pluma, como si se hubiese escrito en el tiempo que tarda en leerse.
Estuve tentado de volverlo a postear, aunque al final desistí. Pero, cosas del azar y de su humor caprichoso, se me ha ocurrido fisgonear en la página de estadísticas del blog y, mira tú por donde, he descubierto que es, precisamente esa, la entrada más visitada.
Puede que las estadísticas no sean correctas, que el título de la canción ayude mucho, pero el caso es que me pareció que ya no había excusa para no volverlo a presentar. Por cierto, ya puestos con la curiosidad, el segundo es diecisiete lunas y el siguiente la memoria del agua. Si de mí hubiese dependido tener que elegir tres, aunque me gustan mucho, no habrían sido esos, desde luego.
Pero ya hace tiempo que he comprendido que no se escribe lo que se quiere, sino lo que se puede, y que ninguna obra está completa hasta que otro yo no la reinventa, la recrea, la revive y le añade sus propias emociones para expandir, con ellas, el tiempo comprimido en las palabras.
Mi último pensamiento quiero que sea para Miní, para mi amigo Wilsao. Porque los seres queridos dejan en nosotros una obra que nunca está completa hasta que nosotros la revivimos, la recreamos y la hacemos brillar. Porque sé que, cuando el tiempo distancie el dolor de las ausencias, vuestro recuerdo de Miní habitando el corazón, será capaz de ahuyentar todas las melancolías.
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