Diecisiete lunas he tardado en hacer estos ciento noventa y seis escritos. Diecisiete lunas que me han traído ochocientos setenta comentarios de treinta y dos visitantes-amigos. Algunos se fueron enseguida, tenían más mundo que recorrer, y otros vuelven, en cada giro del mundo, a poner sus pies en el laberinto.
En estas diez mil miradas que asomaron, aún no sé de nadie que se haya perdido, salvo, quizá, precisamente yo. Curiosos laberintos tiene la vida en los que sólo se pierde el constructor.
Diecisiete lunas de visitas propulsan este viaje interior sin rumbo fijo. Las huellas de aquellos que caminaron conmigo paralelos, cruzados o en círculo son visibles y están frescas todavía. Diecisiete veces al día, esté donde esté, las uso como combustible que impregna la tinta.
Diecisiete lunas caminando, diecisiete lunas de letras y canciones, no me han aclarado todavía hacia dónde dirigir mis pasos. No por caminar tranquilo y sosegado, anda mi corazón menos perdido, ni mejor orientado.
Pero, no saber a dónde voy, no me asusta ni me retrasa. En tanto me acerco hasta la siguiente duda, dejo aquí por escrito, para quien sea que lo lea, diecisiete veces… ¡gracias!
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