Entre el hola y el adiós no transcurrió más que un suspiro. Un instante estirado por sueños de futuro dulce que arremetían una y otra vez sobre la orilla de la realidad, mojando su arena y removiendo el fondo.
Pareció un soplo la retahíla de besos, una brisa el vaivén de las manos engarzadas. Parecieron poemas tus labios sobre las páginas estremecidas del calendario, que fueron ardiendo, alegres, una tras otra, en las ascuas de un otoño imperecedero.
Sucedió una nube, un remolino de polvo, una niebla sobre los ojos en la que apenas se distinguía nada más que a locos desafiando cordura. Bocanadas de espuma traspasaron la frontera de la piel haciendo espirales de deseo incontenible. Se transformó en invisible el humo de aquel fuego abrasador en donde aún se derriten los recuerdos.
Todos los momentos que quedaron en la memoria parecieron durar un suspiro. Entre el adiós y el siguiente hola, parecerán ahora transcurrir siglos.
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