Quiero que sepas, que tengo guardado muy adentro tu pedazo de cielo. Que me aferro a él cuando se enturbia el horizonte, cuando desaparece el mundo y se vuelve negro, cuando apetecen caricias y no encuentro otras manos entre las mías.
Entonces, mi corazón parpadea un instante, se hace a un lado para dejar paso y apareces de nuevo. Los altavoces de la memoria despiertan una guitarra que se mece en mi regazo vacío. Y me acurruco en la magia infinita de las palabras y sus sonidos.
Ten presente lo que te digo, si alguna vez me oyes cantar; para que sepas que, aunque parezca soledad, estoy cantando contigo.
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