Este asunto del espejo me mantiene sorprendido desde hace tiempo. Son muchas las preguntas que me asaltan y colecciono las dudas que me sugiere. Un mecanismo extraño que, sin embargo, me hace mostrarme natural y desetiquetado. Que absorbe las casualidades y las convierte en cotidianas, dejándome decidir a mí el curso de los acontecimientos.
No sé aún qué barreras derriba, qué fibra pulsa, qué límites transgrede. Pero el caso es que noto menos peso en la armadura y dejo entrar palabras y ojos que en la vida real ni siquiera hubiera percibido. El caso es que fluyen las ideas, la inteligencia, la empatía. El caso es, y ésta es la mayor de mis pesquisas pendientes, que recibo torrentes enteros de emociones y sentimientos. Como si un suero intangible me transfundiera despacio partículas desconocidas que se insertan directamente en mi corazón.
¿Cómo es posible echar de menos a quienes no abrazaste? ¿Cómo puedo sentir la ausencia de personas que no han cruzado nunca por mi vida? Algún hilo invisible nos une, una conexión distante que acierta en el objetivo. Una casualidad, efímera, me temo, que se ancla en un refugio recóndito del mundo interior que transporto conmigo. Y que sólo es visible desde el espejo.
Pero, ¿cómo sucede? Nos separan kilómetros, años, destinos, vidas enteras. No entiendo los resortes que se activan ni las leyes que los gobiernan. Sólo sé, que coincidimos una noche en la luna y, desde entonces, dejaron de ser coincidencias nuestros encuentros.
Cuando miro atrás en el fondo del espejo, veo un reguero agridulce de lágrimas y besos dibujados con colores brillantes. Pasan entonces por mi cabeza las letras de las canciones, las rimas de los versos, las lágrimas, las risas, los colores, los cuentos y sus princesas,… Hasta un tsunami poderoso que me arrebato todos los restos de cordura que me quedaban colgando y me revolvió el corazón por fuera y por dentro.
Me continúa pasando. Cada noche, en cada beso que recibo y en cada palabra que mando. En cada ventana que se abre, el corazón me da un traspiés que acaba en pálpito risueño. Y no puedo dejar de pensar en por qué yo, por qué a mí, por qué ahora… Embadurnado de preguntas sin respuesta, me planto delante de las ventanas, esperando ver aparecer nombres que me atrapan rezumando magia y cataclismo.
Siempre fui olvidadizo, despistado, ausente, introspectivo. Siempre me sentí lejos, afuera. Un poco colgado. Un tanto ido. No saben cuánta razón tienen, los que piensan que yo siempre estoy en la luna… del espejo.
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